Apego inseguro

“Ayer es lo marchito, el sentimiento y el campo funeral del recuerdo. Anteayer, es lo muerto. Madriguera de ideas moribundas, de pegasos sin freno. Malezas de memorias, y desiertos perdidos en la niebla de los sueños”. (F. García Lorca, 1920)

De todas las variables que inciden en la salud de una persona (tanto a nivel individual como familiar y socio-comunitario) es fundamental el papel del Apego. En efecto, cada vez son más numerosas las investigaciones que correlacionan distintas historias de apego con el desarrollo de mayor o menor resiliencia, con dispares capacidades adaptativas a la realidad, o con distintos tipos de trastorno emocional.

O, dicho de otra manera, diferentes patrones de apego, diferentes formas de relacionarse con las necesidades de seguridad, afecto y apoyo de los hijos ante momentos de adversidad y estrés, incrementan el riesgo de desarrollar posteriormente trastornos emocionales mientras que otras pautas de relación serán protectoras de alteraciones futuras y promueven tanto la resiliencia como una adaptación consciente y activa a la realidad.

Por otro lado, las dificultades de apego que tenga una persona no solo van a afectar a nivel emocional sino que van a influir en la aparición y desarrollo de numerosos trastornos físicos, tales como el cáncer, la diabetes, las úlceras, la obesidad, problemas cardíacos, etc.

Las investigaciones permiten clasificar el patrón de apego que tenga cada menor en los siguientes tipos: apego seguro, evitativo, ambivalente y desorganizado. Cada uno de estos tipos correlaciona en mayor medida con distintas condiciones psicopatológicas.

El apego seguro genera actitud reflexiva ante la experiencia, libertad para mentalizar y aporta sensación de seguridad, aceptación y conexión con uno mismo y con los demás. Suelen crecer como personas “sanas” en el sentido de mantener una adaptación activa a la realidad, incluyendo relaciones suficientemente satisfactorias consigo mismos y con el entorno.

No obstante, tener una historia de apego seguro tampoco es garantía absoluta de salud mental; sí confiere capacidad de solicitar ayuda y colaborar eficazmente en psicoterapia.

El apego evitativo se establece cuando hay falta de disponibilidad emocional del cuidador, o rechazo crónico. Cuidadores que se retraen o inhiben su expresión emocional, o que se muestran bruscos u hostiles si el hijo está triste o demandante. Estos bebés inhiben la conducta de apego para no sufrir la falta de empatía. En edad escolar pueden aislarse o ser agresivos con cierta actitud de autosuficiencia. Factor de riesgo para cuadros obsesivos, narcisistas, esquizoides y trastornos psicosomáticos.

El apego ambivalente se estructura con cuidados inconsistentes, caóticos o intermitentes. Los menores exageran reacciones para llamar la atención. En escolaridad se muestran inmaduros, “pegajosos” y victimizados. En adultos correlaciona con personalidades histriónicas o borderline: celos, dependencia, demanda de ser queridos.

El apego desorganizado aparece cuando la figura que debiera calmar es fuente de peligro o maltrato. Genera angustia sin solución, riesgo de disociación y compromete el desarrollo cerebral. Se asocia a trastornos graves, adicciones o psicopatía en la adultez.

Los patrones tienden a repetirse transgeneracionalmente aunque no suponen un determinismo, pues intervienen otras variables y existe posibilidad de cambio mediante relación terapéutica y contextos de cuidado.

La intervención profesional puede modificar modelos internos de relación, prevenir transmisión y disminuir vulnerabilidades emocionales y físicas.