Desencanto contemporáneo

“Habla el desengaño-Yo buscaba hombres grandes, nunca encontré más que monos de su ideal”
F. Nietzsche

Doy continuidad a este blog para plantear alguna reflexión sobre el pesimismo.

Pandora fue creada por Hefesto por orden de Zeus como castigo a los humanos por haber robado el fuego a los dioses. Recibió una caja de Zeus con la advertencia de no abrirla bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, la curiosidad de Pandora la llevó a abrirla, y todos los males del mundo escaparon de ella, dejando sólo la esperanza en su interior.

Como se sabe, la apertura de la caja trajo consigo todos los males de la Humanidad, la enfermedad, la muerte, la pobreza y la guerra.

No obstante, dada la evolución de la humanidad, cabe preguntarse si realmente Pandora cerró la caja a tiempo de conservar la esperanza…

Vivimos tiempos donde el optimismo parecería una obligación social (https://asprisma.wordpress.com/2018/la-obligacion-de-ser-feliz). Se nos intenta convencer de que todo va o irá bien, tanto desde la publicidad como desde las redes sociales, los mil manuales de autoayuda, los discursos psicóticos y psicotizantes de los políticos, o desde los algoritmos que van limitando nuestro pensamiento empujándonos a consumir más sin mucha reflexión.

Sin embargo, bajo esta superficie de luz artificial, propia de un mundo convertido en un gigantesco centro comercial, crece en muchos una sensación de hastío, de decepción con el mundo, de sospecha de falta de sentido.

Sobran ejemplos que permiten interrogar el nivel de evolución al que hasta el momento ha llegado el ser humano. A nivel moral la crueldad e indiferencia hacia el sufrimiento de los demás es alarmante: guerras nauseabundas con cientos de cadáveres retransmitidos en directo. A nivel intelectual los dogmatismos que polarizan, los sesgos cognitivos, la incapacidad para mantener un pensamiento crítico, o sencillamente la estupidez, van generalizándose en todo el planeta. Nuestra relación con otras especies animales y vegetales tampoco permite albergar muchas esperanzas respecto a un futuro de mayor respeto hacia todos los seres vivos con los que interactuamos y compartimos este planeta. Los recientes incendios son solo el último ejemplo de una especie capaz de extinguir y extinguirse bajo la dirección de unos políticos insensibles, ineptos o malvados.

Soy consciente de que este planteamiento pesimista es también sesgado porque intencionadamente excluye otros aspectos del ser humano: la sensibilidad hacia la belleza, la generosidad, la amistad, la solidaridad, el arte o el amor.

Pero en este momento quiero plantear reflexiones que surgen de cierta decepción compartida. Parten de la idea de que la misantropía (esa sospecha de que el ser humano es decepcionante) y el pesimismo filosófico (la intuición de que el sufrimiento es más básico que la felicidad) pueden ofrecer una crítica lúcida del mundo, sin incurrir en una glorificación del pesimismo.

Con esta intención voy a proponer breves reflexiones sobre temas aparentemente distantes pero que comparten el interés por el pesimismo: las religiones que parten del sufrimiento (por ejemplo el Cristianismo y el Budismo), los filósofos que hicieron del pesimismo el centro de su pensamiento (Schopenhauer o Ciorán), el texto de algunas películas de Von Trier (Dogville o Melancholia), el impacto de la tecnología sobre una especie que quizá no esté diseñada para tanta velocidad ni tanto estímulo, o la alarmante despreocupación por el medio ambiente.

No pretendo convencer a nadie de que todo es oscuro. Pero sí compartir la idea de que mirar a la sombra es también una forma de ver. El pesimismo no tiene por qué valorarse como una derrota, sino como una forma profunda de respeto por la realidad.

Posteriormente plantearé un diálogo con el optimismo, reeditando el tópico sin fundamento histórico que opone Heráclito (el pesimismo, el llanto) a Demócrito (el optimismo, la risa). Será el momento de plantear los trucos que plantean distintos filósofos para conseguir cierto bienestar, unido a los manuales de dicha que proyectan los expertos en felicidad.

Pero, de momento, sobran motivos para que empiece a hablar Heráclito.