El deseo que nos habita
RESONANCIAS DEL PESIMISMO
Sísifo es considerado en la mitología griega como el más astuto de los mortales. Es conocido principalmente porque cuando Zeus raptó a Egina, la hija de Asopo, Sísifo le prometió decir quien había raptado a la doncella si él hacía brotar una fuente en Corinto. Asopo, el dios-río, consintió en ello y Sísifo le confesó que el culpable era Zeus. Ello valió a Sísifo la cólera del señor de los dioses quien le precipitó a los infiernos condenándole a empujar una roca enorme hasta lo alto de una pendiente. Apenas la roca llegaba a la cumbre volvía a caer impelida por su propio peso y Sísifo tenía que empezar de nuevo.
El esfuerzo de Sísifo, tan enorme como baldío, es un ejemplo excelente de la condena del ser humano en relación al deseo. Una y otra vez habrá que bordearlo, acotarlo, imaginar que va a satisfacerse, recrear nuevas metas, en una verdadera “maldición” consustancial al ser humano.
El sujeto está condenado a abandonar la seguridad, el amparo que pudiera darle el instinto y navegar con el desamparo del deseo que le inaugura y define como tal. Porque en el reino del instinto, de lo “animal”, existe un objeto predeterminado para cada necesidad, de manera que puede hablarse de la satisfacción de la misma. Pero en el reino de lo humano, el juego del deseo implica que la satisfacción plena no tenga lugar. Esta especie de orfandad originaria, este desvalimiento, impulsará al ser humano a irse construyendo en una red de relatos que le incluyan, que hablen de él, que le precedan y proyecten, tejiéndose en narraciones imaginarias que den algún sentido a su vida.
En este sentido, el ser humano vive con esta violencia de su deseo condenado a vagar permanentemente de un lugar a otro, como Sísifo con su piedra.
En la cultura psicoanalítica el deseo “designa el campo de existencia del sujeto humano sexuado, por oposición a todo abordaje teórico del ser humano que se atenga a lo biológico, a la conducta o a los sistemas de relación”
En consecuencia, desde una perspectiva psicoanalítica es imprescindible diferenciar los conceptos necesidad y deseo. La necesidad se satisface al dirigirse a un objeto adecuado que procura una acción específica. La posterior búsqueda de un objeto que satisfaga en cualquier otro ámbito de la vida constituirá el deseo. Y ahí ya no habrá ningún objeto específico que se adecue a la falta. El deseo no puede compensar de la pérdida o de la carencia que constituye al sujeto; por el contrario, surge y vive de esa carencia, la necesita.
Es por esta falta de completud consustancial al ser humano, por la imposibilidad radical de satisfacción plena, por lo que surge el deseo que moviliza hacia la búsqueda de mil objetivos de manera permanente.
Kierkegaard pensaba que el primer estadio de la Existencia es un estilo de vida a merced del deseo, orientado exclusivamente hacia la búsqueda de placer: sería la vida estética. Sin embargo, y dado que el deseo nunca se satisface, el esteta se pierde de vista a sí mismo y la fatiga física y mental y la sensación de vació le aboca al sufrimiento.
Este pensamiento, alineado con el misticismo oriental descrito en la anterior entrada de este blog, permitiría crear la ilusión de que convendría clausurar el deseo si pretendemos ser felices. Pero uno no puede liquidar su esencia y seguir vivo.
La sombra vuelve siempre al mismo lugar. Falta.