El misticismo oriental
Resonancias del pesimismo
“Cuando el deseo está presente, surge el sufrimiento; y cuando el deseo no está presente, el sufrimiento no surge”
Sangharákshita
El misticismo oriental puede valorarse como otra respuesta ante la decepción que genera el ser humano.
En el Taoísmo, creado por Lao Tsé, autor del Tao Te King, la felicidad se logra cuando los seres humanos siguen el orden natural, obrando espontáneamente y confiando en su conocimiento intuitivo. La realidad última sería el Tao, que alude al proceso del universo, el orden de la naturaleza, siendo equivalente al Brahman de la tradición hinduista, o al Dharmakaya budista.
El Taoísmo es una vía de liberación de este mundo que desconfía del razonamiento humano y estudia la naturaleza. En el Tao todo es natural y espontáneo y se propone que sea así también el ser humano, en armonía con la naturaleza, confiando en su inteligencia intuitiva e innata.
Es decir, que el ser humano podría ser feliz si consiguiera dejar de ser humano. Y ello porque el ser humano no puede seguir un orden natural que le es totalmente ajeno ni puede obrar con espontaneidad ni atesora ninguna inteligencia intuitiva. Es un ideal taoísta que contrasta con la realidad de todas las personas.
Por su parte, el Zen japonés mezcla el misticismo indio, el amor a la naturalidad taoísta y el pragmatismo de la mentalidad confuciana. Pero puede considerarse puramente budista porque su finalidad es el Buda mismo, la iluminación. Partiendo de nuevo de la creencia en la perfección de nuestra naturaleza original, la iluminación consistiría simplemente en llegar a ser lo que ya somos desde el principio.
Para el Budismo el sufrimiento es una condición universal (Dukkha). La vida es insatisfactoria y está atravesada por el dolor. El camino hacia la liberación sería abandonar el deseo, disolver el ego, que es una de las tres aflicciones básicas del ser humano: el deseo, el odio y la ignorancia. La puerta de la liberación sería la ausencia de deseo (“apanihita”). Lo que significaría que no hay nada que alcanzar o realizar, nada a lo que apegarse. Cualquier persona puede convertirse en un Buda iluminado, que trascienda la dimensión histórica, estando en el Nirvana, sin nada más que alcanzar.
Cabe preguntarse si es posible librarse de una aflicción tan básica en el ser humano, o en todo caso, que quedaría de ese ser si se extinguiera justamente el deseo y se alejara de su dimensión histórica.
El ser humano puede plantearse como meta de su felicidad no desear ni programar ningún objetivo ni meta hacia la que movilizarse. Y ello porque sería como el universo, organismo vivo en el ciclo de la vida compartida con cualquier otro ser.
En este sentido, la meta sería ser pura fisiología, mero organismo en el universo. Lo que supondría de nuevo mantener un ideal que plantea que la respuesta al sufrimiento humano sería dejar de ser humano, dejar de lado lo que nos constituye como tales.
Algunos siglos después, ZENÓN desarrolla el estoicismo que comparte con el budismo la idea de que el deseo es una fuente de sufrimiento y que es necesario desprenderse de él para alcanzar la paz y la libertad interior. Zenón propone un modelo de vida que formula como objetivo alcanzar la condición de apatía (“apatheia”) en la que no nos dominen las pasiones.
Ese sería el método para librarse de las inquietudes del alma. Si el ser humano aprende a limitar el deseo mediante la razón y se esfuerza por vivir de forma ascética, a la manera estoica, alcanzará la armonía con la naturaleza.
¿Habrá que insistir en que es imposible imaginar un ser humano sin deseo? A no ser que pretendamos ser un ser castrado de su esencia, o bien, “mejorado” con las nuevas tecnologías robotizantes, una especie de zombi domesticado y amputado de su naturaleza. Esto supondría una especie de “doma”, según lo expresado por Nietzsche en El crepúsculo de los ídolos (1888):
“En todo tiempo se ha querido “mejorar” a los hombres: a esto sobre todo es a lo que se ha dado el nombre de moral (…) Tanto la doma de la bestia hombre como la cría de una determinada especie hombre han sido llamadas “mejoramiento” (…) llamar a la doma de un animal su mejoramiento (…) es una broma”.
En el caso del misticismo oriental la doma supondría erradicar la humanidad del ser humano. Se podría dejar de sufrir en la medida en que se vaya dejando de lado el deseo, es decir, irse dejando de lado a uno mismo.
La sombra vuelve siempre al mismo lugar. Vacío.