Poliamor-es
Sexualidad y vínculos.

La historia de la humanidad es testigo de que la sexualidad humana admite numerosas versiones sin que el instinto garantice una única presentación o evite otras. Es posible que esta realidad sea más obvia en los últimos años, en los que amplios sectores de la población en numerosos países van manifestando sin disimulo y sin temor a represalias sus distintas orientaciones sexuales.
Dentro de estas prácticas, una que me ha llamado últimamente la atención es el poliamor, tendencia conocida desde hace años pero popularizada como término en las últimas décadas.
El poliamor alude a mantener más de una relación íntima, afectiva, sexual y duradera de manera simultánea con varias personas, con el conocimiento y consentimiento de todos los involucrados. Para sus defensores es una opción ética y transparente, donde la exclusividad no es necesaria para una vinculación profunda.
El poliamor puede conectar con términos como relaciones polígamas, matrimonio abierto, polifidelidad o matrimonio grupal. No obstante exige diferenciarlo de relaciones sin compromiso, orgías anónimas o intercambios de pareja.
Quien se percibe como poliamoroso debe confrontar celos, posesividad y límites culturales internalizados. Algunas personas adoptan el término sin prácticas coherentes con la ética de consentimiento y cuidado mutuo que requiere.
Otra práctica emergente es la Ecosexualidad. Movimiento artístico‑activista (Annie Sprinkle y Elizabeth Stephens) que realiza bodas simbólicas con elementos naturales (tierra, mar, luna, sol) para subrayar vínculo erótico y cuidado ambiental: la tierra como amante.
Incluye una sexualidad que busca intensificar todos los sentidos en conexión con la naturaleza: abrazar árboles, degustar flores, nadar sintiendo erotismo, explorar texturas vegetales…
La pluralidad de orientaciones y prácticas confirma que no existe un camino biológicamente fijado hacia el goce. Múltiples búsquedas permiten repensar la formulación lacaniana de que «la relación sexual no existe»: la insatisfacción y la falta como estructura.
No es ciego Amor, mas yo lo soy, que guío
mi voluntad camino del tormento;
no es niño Amor, mas yo, que en un momento
espero y tengo miedo, lloro y río...
¡mirad qué negro dios el que adoramos!(Gaspar Gil Polo)